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Flor Garduño: el ciclo de las mutaciones (fragmento)
Francisco Reyes Palma

Concentrados en un apartamento de la Ciudad de México, un perro, un venado y veinte pájaros, acompañaron la primera infancia de Flor Garduño, y ni al viajar la familia prescindía de tal acompañamiento. Cumplidos los cinco años, la niña adoptó varios perros, confundido entre ellos un coyote hembra. Para entonces sus padres se habían trasladado a un rancho aislado, aunque no muy distante de la capital, de modo que asistir a la escuela implicaba un largo trayecto. De vuelta a la granja familiar, el encuentro con sus animales llenaba las horas, aunque ya sin la coyota, expulsada tras incursionar en los gallineros.

En el trabajo de Flor Garduño, el animal adquiere visos de centralidad; la fotógrafa, no sólo ha dedicado un libro específico a estos seres, sino que buena parte de su producción conforma una lúdica zoología que parece recuperar las vivencias de infancia. Y no debe extrañar que retrate a su hija mientras abraza a un cuervo: Azul con muñeca. En Flor, la convivencia con el animal forma parte de un universo próximo y cálido, justo lo opuesto a lo siniestro (unheimlich) a lo cual Freud solía referir, y lejos también de la consigna surrealista del encuentro incidental entre una máquina de coser y un paraguas. Más bien, Flor establece una ficción en espejo. La de la fotografía y la de su propio experiencia imaginaria, donde el animal hacía las veces de cómplice en el acto solitario de la creación, un proceso estructurado por la mirada donde el término que se impone es la alegría primaria cercana al retozo del infante.

Chullpa, Bolivia, 1990 Santuario de las mariposas, México, 1987 Tornado, Bolivia, 1990 Nube, México, 1982 Aquí no más, Ecuador, 1991 Homenaje a Gao Xing Jian, México, 2014.